Vistas de página en total

lunes, 11 de abril de 2011

La esclavitud del siglo XXI


Hace poco me preguntaban en una entrevista para unas prácticas de empresa donde me veía dentro de unos años, donde me gustaría llegar. No supe que responder.
Después, hablando con mis compañeros, había algunos que tampoco supieron que responder, mientras que otros sí dieron una buena respuesta, aunque luego te confesaban que, ya curtidos en estas batallas, ya traían pensada la respuesta, que en realidad tampoco sabían que iba a ser de sus pobres vidas.
A primera vista da la sensación de que somos una generación sin aspiraciones en la vida. Gran error, no es que no tengamos aspiraciones, o que no nos propongamos metas, lo que no tenemos son espectativas de futuro, que es diferente. Por supuesto que yo tengo aspiraciones: tener un "buen trabajo", un sueldo aceptable, un horario relativamente aceptable, ..., pero es que realmente no me veo logrando nada de eso, me veo con una mie*** de trabajo, cobrando una miseria y explotado mil horas por alguien que probablemente sea un inútil.
 Unos días después, hablando del tema con algunos amigos, tras ya haber madurado un poco las ideas, reflexionábamos sobre aquella pregunta: "¿Donde te ves dentro de unos años?" La respuesta generalizada, tras ya haber pensado sobre nuestro futuro (por llamarlo de alguna forma) era que todos sin excepción nos veíamos con cuarenta o cincuenta años todavía de becarios y eso con mucha suerte.
¿Realistas? ¿Pesimistas? Quien sabe, puede que hasta estuvieramos siendo bastante optimistas con estas "predicciones".

Lo cierto es que a esta perspectiva de futuro laboral hay que unir el que una vez que trabajemos por un salario medianamente digno seguiremos siendo esclavos, si antes lo eramos de las empresas (ojo, ahora mismo quiero ser esclavo de una empresa, la alternativa es quedarme en casa contando moscas) después lo seremos del banco. Cuarenta años pagando la mitad de tu sueldo para poder vivir, bonito futuro.
Y lo peor es que hay que darles las gracias, si no te dejan el dinero solo te queda vivir debajo de un puente.

A nivel macroeconómico tampoco está mejor la cosa. Actualmente las políticas que se desarrollan las aprueba el parlamento, como siempre, pero no las decide ni el parlamento, ni el senado, ni el gobierno, las decide no se sabe bien que mercados financieros. Es decir, tu votas a un partido político que lleva un determinado programa, pero luego quien decide tu vida, la mía y la de unos cuantos millones más es un señor que está en Londres, Nueva York o las Islas Caimán.
A esto se une la creciente deuda soberana en manos de terceros países, ya sea Rusia, China o algún emirato árabe, organismos internacionales como el desastroso e incompetente Fondo Monetario Internacional, o bien en manos de bancos internacionales todopoderosos. Volvemos al colonialismo, pero ahora la colonia somos nosotros.

En resumen, nuestras vidas, sea individualmente o de forma colectiva, están en manos de otras personas. Tu no decides, no trabajas para ti, cualquier cosa que haces es para alguna empresa, casi fijo algún banco u organización especuladora análoga, que muy probablemente se encuentre a miles de kilometros de donde vives.
Puede parecer exagerado hablar de esclavitud, quizás lo sea, pero creo recordar que alguna universidad estadounidense hace tiempo llevó a cabo un estudio sobre el nivel de vida de los esclavos explotados en las plantaciones de algodón de finales del siglo XVIII comparándolos con los trabajadores de la industria de comienzos del siglo XX. El resultado causó revuelo y no gustó a nadie ya que concluía que los esclavos algodoneros vivían mejor que los obreros industriales.

En definitiva, somos los esclavos del siglo XXI.



1 comentario: